El alza transitoria —pero sostenida— del precio del cobre debe ser una de las mejores noticias para Chile durante el último tiempo. En la necesidad de una reactivación económica con la mirada puesta en el futuro, las cifras que ha alcanzado el metal rojo son una ventana de oportunidad gigantesca.
La literatura comparada revela la importancia de que los países ricos en este tipo de recursos naturales sean capaces de evitar la fuga de sus rentas y procurar un efecto redistributivo hacia su población. Es deseable que, bajo los principios de justicia intergeneracional, los países se preparen para que su futuro desarrollo no dependa de estos recursos.
Es decir, además de buscar capturar estas rentas, los países deben saber cuándo ahorrarlas o invertirlas con mirada de futuro: inversión educacional, en ciencia, infraestructura tecnológica, entre otros. Si en las últimas décadas esta lógica solo permeó para que se creara un ‘impuesto a la minería’ y sirviera para que una parte marginal de las rentas del cobre se quedara en el país, hoy día, en plena crisis climática, pandemia y cambios en el mundo del trabajo, es imprescindible mostrar la voluntad política para captar esas rentas.
Así, debemos repensar el tributo minero, de manera que se haga cargo de la compensación que debe pagar quien explota un recurso no renovable.
Lo anterior es una discusión de fondo, pero en el corto plazo, al menos, deberíamos procurar que, por ejemplo, sobre cierto umbral de precio, toda la renta ‘extraordinaria’ sea de beneficio fiscal, en conjunto con una reforma tributaria exprés que aborde otras mejoras al sistema.
Hoy el dilema no solo es si se gasta, sino que también si es posible capturar más renta de lo que actualmente se hace. Según el estudio de López, Sturla y Accorsi (2018), la renta regalada a la minería privada entre 2005-2014 —es decir, renta inesperada y que no afecta la inversión— alcanzó aproximadamente 110 mil millones de dólares.
Depende de todos los actores políticos, sociales y académicos contribuir a que esa fuga de rentas no vuelva a ocurrir. Todo esto con el fin de que este ciclo del cobre beneficie a Chile y sirva para preparar de la mejor manera posible a nuestro país y sus habitantes para los años venideros.